Comienza la temporada jabata 2015/16

sábado, 12 de diciembre de 2015

CRÓNICA DE MI PRIMERA MARATÓN (ELISA)




Tenía muchas dudas. ¿Acabaré? ¿Qué ritmo seguir? ¿Me encontraré con el muro? ¿Qué geles tomar? ¿Y cuántos? ¿Agua con sales o bebida isotónica? ¿Qué comer los días previos? ¿Cuánta agua beber? ¿Tendré calámbres los últimos kilómetros? ¿Me llevo música o no? ¿Cómo me encontraré? ¿Responderán bien mis piernas?
Todo preguntas. Normal. Cuando te enfrentas a algo nuevo, es más el miedo a lo desconocido que la situación en sí. Pero como digo siempre, si no lo intentas, nunca sabrás si puedes hacerlo.
Así que el día de la maratón me levanto, con muchos nervios pero muy emocionada, y salgo con mi marido y mis hijos hacia la salida.



 Allí lo primero que veo es a Paula, Marisa y Eva,


 y voy hacia ellas corriendo, saltando y gritando; estoy pletórica. ¡Qué emoción! ¡Voy a correr una maratón! ¡Esto es muy grande! ¡Es una proeza! ¡No me lo puedo creer!



Me coloco en mi cajón de salida con Fran. Miro a los corredores que hay a mi alrededor y observo en todos una cara similar a la mía: nervios, emoción, ilusión...., ¡qué locos soñadores! Dan el pistoletazo de salida y allá vamos.


Empezamos a un ritmo muuyyyyy suave. Quiero ser prudente, no sé cómo me va a responder el cuerpo, y sobre todo quiero disfrutar el momento


. Mi momento. No se volverá a repetir. Nunca volveré a correr mi primer maratón.
Voy charlando con Fran. Los primeros kilómetros pasan rápido, sin darnos cuenta. Sobre el kilómetro 9 nos colocamos por delante de la liebre y apretamos un poco el paso. No hay problema; sigue siendo un ritmo muy cómodo. Y seguimos charlando y riendo. La gente anima, y mucho. Se agradece. Y yo que no puedo quitarme la sonrisa de la cara.


 Pienso continuamente: "Estoy corriendo un maratón, ¡lo estoy haciendo, lo estoy haciendo!". Y sigo sonriendo. Y disfrutando.
Cuando entramos en el centro de Castellón veo a Emilio con la cámara haciéndonos fotos. "¡Vamos cariño!", oigo a Guillermo. "¡Venga, venga jabatos!", gritan Marisa y Eva como posesas. Ahí están mis hijos animando, y todos los jabatillos corriendo a nuestro lado...


 ¡Cuántos ánimos! ¡Qué bonito! Y yo sigo con la sonrisa en la cara.
Volvemos a salir de Castellón hacia el puerto por la avenida de El Mar. Se hace un poco largo, pero Vanesa se nos une y nos acompaña dándonos conversación. ¡Gracias Vanesa! Delante vemos un corredor que lleva una camiseta con un crespón negro, donde dice: "Sigo corriendo por ti". "¡Qué bonito!", le comento a Vanesa. "Sí". Y nos quedamos un rato calladas, pensativas y emocionadas. ¡Cuántas sensaciones y sentimientos! 42 kilómetros dan para mucho.
Pasamos el kilómetro 21. Vamos genial, no hay cansancio. Un chico de Teruel se une a nuestra conversación y nos pregunta qué tiempo queremos hacer. Fran y yo nos miramos: "No sé, ninguno, acabar, disfrutar...., es nuestra primera maratón; llegar con buenas sensaciones".
Entramos otra vez al centro de Castellón y Fran se viene arriba. "¡Venga esos Castellonenses! ¡A ver esa animación! ¡Gracias maja por las mandarinas! ¡Ole esos voluntarios, qué grandes!". No Fran, qué grande tú. Y yo sigo con la sonrisa en la cara.
Y así seguimos, pisada a pisada, zancada a zancada, kilómetro a kilómetro.....,


 los jabatos que nos animan desde varios puntos del recorrido, la gente, el ambiente, las mandarinas y las naranjas (qué ricas)....
Y paso a paso nos vamos acercando al kilómetro 32. El famoso muro. Yo me encuentro genial. Sin mucho cansancio, ni dolores musculares, las piernas responden y la cabeza también.


 Me sorprendo a mí misma. Cierto que estoy siendo prudente y llevo un ritmo cómodo, pero hace tres horas que no paro de correr. ¿No debería notar alguna molestia? No puedo dejar de pensar: "Lo voy a hacer, voy a terminar un maratón". Y sigo sonriendo.
Los últimos diez kilómetros los disfruto muchísimo. Vamos a buen ritmo y adelantando corredores sin parar. La gente grita: "¡Vamos Elisa! ¡Ya lo tenéis! ¡No queda nada! ¡Está hecho!". Kilómetro 37, sólo quedan cinco; kilómetro 40, sólo dos, sólo dos vueltas a La Granja; kilómetro 42, ¡ya está!



La sensación de entrar en meta es indescriptible. Y no voy ni a intentar hacerlo. Es algo que hay que vivir.


Al salir de la zona de corredores veo a Guillermo.


 Me abraza y se me saltan las lágrimas. A mí, que no suelo emocionarme. "Se te veía feliz", me dice Marisa. Sí, lo estaba.

Todavía sonrío. No puedo quitarme esta estúpida sonrisa de la cara.

Elisa.

No hay comentarios: